Baby kiwi, lo bueno, en envase chico

Un nombre resuena en el mundo del kiwi: el llamado “baby kiwi”, que comenzó a desarrollarse de manera intensa y en el cual muchos productores han puesto su foco de atención dados los inmensos beneficios que ofrece el fruto aún por sobre el kiwi tradicional. Y una de sus grandes ventajas es que se trata de una variedad, es decir, no tiene ningún tipo de modificación sino que toma lo mejor de otras variedades.

Más allá de la evidente diferencia del tamaño con el kiwi tradicional, sus características lo vuelven sumamente original. Su dulzura, en combinación con la suavidad de su piel y lo esponjoso de su cuerpo lo vuelve irresistible y generan entusiasmo entre quienes tomaron la difícil pero efectiva posta para comercializarlos.

Su principal desarrollo está detectado en varios países de Europa, continente que de a poco lo incorporó hasta el punto de que, en la actualidad, otros estados lo consumen. Incluso en países de Oceanía, como Nueva Zelanda, el “baby kiwi” tiene un desarrollo extensamente voluminoso.

¿Cuál es entonces su verdadero encanto? Su comercialización. Es que si bien la planta es un poco más costosa a la hora de adquirirla (respecto de otras variedades), su mantenimiento es significativamente inferior y su buena posición mundial lo convierte en una excelente opción: se habla ya de un rédito cuatro veces superior, con la particularidad que tiene un manejo similar al kiwi tradicional, aunque deben cosecharse un tiempo antes para obtener mejores resultados.

Refrigerado, el “baby kiwi” tiene una duración de 20 días y según lo que se maneja en la actualidad, tiene un costo de 7 dólares por planta. Este último, un dato que a priori lo deja en inferioridad de condiciones, pero que rápidamente se “amortiza” a la hora de hacer un balance general entre la relación costo-beneficio.